CUENTOS INFANTILES

 ...PARA DEJAR DE DORMIR.


Érase una vez que se era, unos corazones heridos, que en soledad latían con un ritmo descompasado, pero que eran capaces de moverse entre la multitud y despertar emociones del estilo de la tragicomedia griega, pasiones y desdenes que se solapaban como en un divertido juego de cartas.

Érase una vez que se era, las mayores ganas de encontrarse y, tal vez, el destino caprichoso quiso que así fuera. ¡Qué manera tan simple de tropezar! No creo que ni el destino, con sus juegos de azar fuera capaz de planear tan perfecto plan. Y no, estoy convencido, no fue el destino, fueron sus ganas de sentirse. El destino no pone palabras como aquellas en sus bocas, palabras que se aventuraron en unas copas de vino que bailaban en cada mirada, cada conversación, cada sonrisa... El destino no tiene la puntería precisa para crear coincidencias tan bonitas como una melodía de piano, el destino no toca el piano, pero estos corazones acariciaban esas teclas con tanto cariño que era imposible pensar que todo fuera causa del destino.


Y todo fluye, todas las piezas van encajando poco a poco, creando un puzzle abstracto como el sentimiento que desprendían sus corazones. Querían tenerse, entenderse, aprenderse,...pero no querían exigirse, retenerse, dependerse,... El verdadero amor no estaba en las palabras que se iban fraguando en cada conversación, no. No se estaban dando cuenta que el verdadero amor lo estaban viviendo con su manera de quererse a ellos mismos, no al otro. Se habían enamorado porque habían aprendido a quererse ellos mismos. Y aquí es cuando ya no podían dormir.

¿Sabes esa sensación de felicidad por sentirte pleno? ¿Esa sensación de abrirse el pecho en canal para intentar expresar la admiración que se siente por otra persona? Admiración. Nunca pensaron que esa palabra iba a ser tan importante como el propio Amor. Sentirse admirado es una de las experiencias más complejas a la vez que excitantes que una persona pueda tener. Y admirar, observar con detenimiento como las acciones y palabras de la persona que tienes delante pesan emocionalmente sobre tu concepto de relación ideal. E intentaron comprenderlo.

Esta manera de intentar comprender el amor desde un punto de vista tan profundo hace que perdamos la perspectiva de lo primario, de lo más simple. Porque, el amor es admirar a otra persona, pero también es desearla. El amor no significa poseerla, pero si abrazarla hasta perder las fuerzas, es algo irracional. Y cuando intentar darle explicación a lo irracional, te vuelves un peligro para tus propios sentimientos. Estos corazones se lanzaron a un precipicio de emociones y fueron abrazándose mientras caían, intentando buscar una explicación a tan vertiginoso descenso, sin paracaídas, sin frenos.

Todo sueño puede llegar a convertirse en una pesadilla, y no dejarte dormir. Lo irracional debe tratarse como tal, como algo salvaje, Lo irracional no comprende de tallas, de tiempos, de edades, incluso no entiende de sentimientos pensados.

Pero lo irracional descontrolado hará daño.


Érase una vez que se eran dos corazones malheridos que intentaron curarse intentando comprender porqué debían frenar una caída, cuando tal vez esa caída era lo que el destino les había preparado. Ese destino que, seguro, no intervino para que se conocieran, pero que tramó un plan para que se encontrasen a ellos mismos a través de los ojos del otro.

Gracias destino.

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